El naturalismo en La Tribuna, de Emilia Pardo Bazán

Se ha considerado a La Tribuna, de Emilia Pardo Bazán, como la primera novela naturalista española[1]. En ella pueden rastrearse algunos de los elementos más destacados del naturalismo propuesto por Émile Zola, sobre los que la autora teorizará en La cuestión palpitante[2], una serie de artículos acerca del autor, luego reunidos en volumen. En los párrafos siguientes analizaremos en que medida esta primera afirmación puede tomarse como cierta y rastrearemos qué tipo de naturalismo construye esta autora.
La composición de La Tribuna denota el uso de una serie de recursos propios de la corriente naturalista. El primer elemento que podemos destacar son las descripciones minuciosas, sumamente detallistas, de los personajes. Estas buscan el retrato exhaustivo hecho desde una mirada presuntamente objetiva. El narrador naturalista debe ser un narrador impasible, imperturbable. Debe sostener cierta distancia respecto de su objeto de análisis. Esta mirada aparece en las descripciones pero, además, aparece en el trabajo que Pardo Bazán realiza para la construcción de la novela. La autora llevó a cabo un trabajo de observación y relevamiento de datos de la fábrica y de sus obreras para construir este relato.
En relación al mismo procedimiento, las descripciones de ciertos personajes están marcadas por el recurso de la animalización, característico del naturalismo. Así, por ejemplo, el personaje de Jacinto es caracterizado a partir de elementos que lo acercan a la figura de un animal o de una bestia. Leemos:

“Jacinto, o Chinto,  tenía facciones abultadas e irregulares, piel de un moreno terroso, ojos pequeños y a flor de cara: en  resumen,  la  fealdad  tosca de un villano feudal. Sirvió a la mesa, escanció, y fue la diversión de los comensales, por sus largas melenas,  semejantes  a  un  ruedo,  que  le  comían  la  frente;  por  su  faja  de  lana,  que  le embastecía  la  ya  no  muy  quebrada  cintura; por  su  andar  torpe  y  desmañado,  análogo  al de un moscardón  cuando  tiene  las patas untadas de almíbar; por su puro dialecto de  las Rías  Saladas,  que  provocaba  la  hilaridad  de aquella  urbana  reunión (…) Así que todos manducaron  a  su  sabor,  echaron  las  sobras revueltas en un plato, como para un perro, y se  las dieron al paisanillo, que se acostó ahíto,  roncando  formidablemente  hasta  el  otro día”[3]

Pero tal vez el máximo punto de conflicto, en este sentido, sea la lectura que puede hacerse en La Tribuna respecto del determinismo del medio y de la herencia. Si, por un lado, Pardo Bazán rechaza esta idea, por otro podemos encontrar que el comportamiento de ciertos personajes está condicionado de esa manera. Amparo es cigarrera, como lo fue su madre. De cierta forma, su destino era la fábrica. Ya en el segundo capítulo, titulado “Padre y madre”, podemos rastrear esta idea; desde el mismo título se nos dice que, para hablar de Amparo, para definirla a ella, se recurrirá a sus padres. Lo mismo se hará en el siguiente capítulo con el “Pueblo de su nacimiento”, título con el que se describe el lugar del que proviene la protagonista, que también nos dirá quién es.
Frente a esta serie de elementos a partir de los cuales podemos caracterizar a La Tribuna como una novela naturalista, tenemos, al mismo tiempo, una serie de desvíos que relativizan la afirmación anterior. Tal vez el primero sea el que se relaciona con el aspecto recién mencionado: el del determinismo. Si bien hay cierto destino que se repite, casi inevitablemente, en la vida de Amparo, no podemos leer un condicionamiento absoluto. Amparo está, si se quiere, destinada a ser una obrera de la fábrica de tabaco, y cumple con ese designio, pero también realiza un desvío. Amparo se convierte en “La Tribuna”, en la representante de la voz de otros. A medida que avanza el relato deja de ser solo una cigarrera. No solo asciende en la estructura de la fábrica sino que realiza una evolución personal.
A lo que se opone Pardo Bazán, podemos decir, es al determinismo materialista de Zola. Como señala Olivia Blanco Corujo[4]:

“Las críticas que se hicieron a La Tribuna en el momento de su publicación estaban centradas en la importancia concedida por la autora al medio ambiente, las circunstancias históricas y, en menor medida, a la herencia biológica, los tres pilares sobre los que se asentaba la doctrina naturalista y que socavaban los cimientos de la sociedad burguesa. Sin embargo, debemos matizar que Emilia Pardo Bazán no aceptaba el determinismo social ni biológico, aunque concedía gran importancia al medio y sobre todo a la educación”

El medio, entonces, actuaría como un condicionante de los sujetos, pero no como determinante. La diferencia está puesta en un matiz: mientras que en el último caso es el medio el que define qué son los sujetos y, por ende, qué pueden llegar a ser, en el primero, el que está presente en La Tribuna, el medio actúa sobre los sujetos, condiciona sus prácticas, pero nunca es definitivo ni inapelable. Amparo es mujer, es obrera y es pobre; esto opera sobre su destino, pero al mismo tiempo se trata de instancias que la protagonista, de un modo u otro, puede superar, sin necesariamente dejar de ser lo que es. Reformulando: Amparo, a pesar de ser mujer, obrera y pobre, no es solo eso, sino que logra ascender en la fábrica, se convierte en líder y adopta la voz de muchos. Y esto, de alguna forma, está dado por el aspecto educativo. Amparo sabe leer, y eso le abre puertas que de otro modo podrían haber estado cerradas para ella.
Se ha destacado que Pardo Bazán rechazó del naturalismo, entre otras cosas, el lenguaje crudo con el que éste describía el mundo. La autora se opuso a la retórica grosera y los temas desagradables. Esto, sin embargo, no la alejaría aún del naturalismo, entendido en ciertos términos. Como señala Clarín en el prólogo a la segunda edición de La cuestión palpitante:

“El naturalismo no es la imitación de lo que repugna a los sentidos (…) El argumento del asco empleado contra el naturalismo no es de buena fe siquiera. El naturalismo no es tampoco la constante repetición de descripciones que tienen por objeto representar ante la fantasía imágenes de cosas feas, viles y miserables”[5]

En el texto de Pardo Bazán confluyen, además de los elementos naturalistas ya mencionados, procedimientos románticos y folletinescos. Respecto al folletín, el texto presenta ciertas marcas propias de este tipo de literatura. La división en capítulos titulados es un primer indicio de esto; a partir de los títulos podemos hacer un recorrido por los nudos temáticos del relato, además de que sugieren la distribución por entregas propia de este género. Además, el elemento folletinesco, en el nivel de la trama, estará dado a partir de la historia de amor de la protagonista, que reproduce el esquema mujer pobre – joven rico. A esto se suma la ingenuidad de Amparo y el plan despiadado por parte de Baltasar para conquistarla, configurando la figura de la heroína y del cruel, respectivamente.
Respecto del registro romántico, podemos observar una construcción metafórica de ciertos pasajes, por ejemplo el que se describe en el capítulo XXVII, en el que Amparo es comparada con el tabaco:

“Amparo,  con  su garganta  tornátil gallardamente puesta  sobre los  redondos hombros,  con  los  tonos de  ámbar de su satinada, morena y suave tez, parecíale a Baltasar un puro aromático y exquisito, elaborado  con  singular  esmero,  que  estaba diciendo:  «Fumadme»”[6]

No hay objetividad ni registro inmediato de la realidad en este pasaje, sino una construcción metafórica del modo en que Baltasar había visto a Amparo. De este modo logra contar parte de la historia sin recurrir necesariamente a las formas naturalistas.
Como se puede apreciar, Pardo Bazán toma elementos del naturalismo para la construcción de La Tribuna. Sin embargo, nos queda responder a una pregunta: ¿Es La Tribuna un texto exclusivamente naturalista? La respuesta, sin duda, será que no. En el texto confluyen varias corrientes y conviven procedimientos de todas ellas. Es decir que, en este texto, la autora hace uso del naturalismo como un procedimiento. No se trata de la adscripción total a una estética sino de la adaptación de algunas de sus máximas y de algunas de las herramientas brindadas por ella para construir un texto.
El naturalismo de Pardo Bazán es un naturalismo sincrético: surge del cruce con otras estéticas, se matiza, se funde con lo que no es naturalismo. Sherman Eoff, según refiere María del Carmen Porrúa[7], afirma que la autora de La Tribuna se ocupa de crear una “impresión de naturalismo”; esto es, de aplicar recursos y tópicos de esta escuela sin construir necesariamente un texto naturalista en un sentido estricto. De este modo, estaríamos ante un “naturalismo espiritual”, que presenta algunas de las características más sobresalientes de esta corriente pero dotadas de menor intensidad.
Podemos concluir, entonces, que no es posible pensar a La Tribuna únicamente desde el naturalismo en sentido estricto. Confluyen en la obra otras corrientes que dificultan la afirmación desde la que partimos para comprobarla o refutarla. De este modo, podemos pensar que el naturalismo al que adscribió Pardo Bazán no fue el naturalismo zoliano, a pesar de que posea elementos suyos. Fue, por el contrario, una apropiación nueva, diferente, que lo matizó y lo transformó. Si puede considerarse la estética resultante como una versión del naturalismo, o si se elije pensar que no es más naturalista que folletinesco, romántico o realista, merece una discusión aparte. Queda decir que, cualquiera sea la opción que se elija, Pardo Bazán no se dedicó a copiar en esta novela una receta preestablecida sino que construyó, con elementos diferentes en coexistencia, su propio estilo

Bibliografía
Blanco Corujo, Olivia. “La mirada fotográfica de Emilia Pardo Bazán. Notas sobre La Tribuna”. Cristina Segura Graíño (ed.) Feminismo y Misoginia en la literatura española. Madrid, Nancea, 2001.
Pardo Bazán, Emilia. La cuestión palpitante. En: www.cervantesvirtual.com
Pardo Bazán, Emilia. La Tribuna. En: www.cervantesvirtual.com
Porrúa, María del Carmen. “Una lectura feminista de La Tribuna de Pardo Bazán”, en Nueva Revista de Filología Hispánica, Nº 1, 1989.


[1] Varela Jácome, B. Prólogo a La Tribuna, Cátedra, Madrid, 1999.
[2] Pardo Bazán, Emilia. La cuestión palpitante. En: www.cervantesvirtual.com
[3] Bazán, Emilia. La Tribuna. En: www.cervantesvirtual.com (Todas las citas corresponden a esta edición)
[4] Blanco Corujo, Olivia. “La mirada fotográfica de Emilia Pardo Bazán. Notas sobre La Tribuna”. Cristina Segura Graíño (ed.) Feminismo y Misoginia en la literatura española. Madrid, Nancea, 2001.
[5] Alas ‘Clarín’, Leopoldo. “Prólogo a la segunda edición”, en Pardo Bazán, Emilia. La cuestión palpitante.
[6] Pardo Bazán, Emilia. La Tribuna. En: www.cervantesvirtual.com
[7] Porrúa, María del Carmen. “Una lectura feminista de La Tribuna de Pardo Bazán”, en Nueva Revista de Filología Hispánica, Nº 1, 1989. La referencia a Eoff corresponde a: Eoff, Sherman. The modern Spanish novel, University Press, New York, 1961.